Ella es Gaena, la elfa que me inspira y me acompaña.

27 de junio de 2011

Soberanía y responsabilidad personal

La cuestión de la soberanía personal es un tema que nos afecta a todos, individuos y sociedades, nos demos cuenta de ello o no. Entender esto nos puede ayudar a interpretar lo que ocurre dentro nuestro y a nuestro alrededor. Incrementar la soberanía puede cambiar radicalmente nuestra existencia.

La palabra «soberano» significa tener suprema autoridad sobre algo o alguien y ser extremadamente efectivo y poderoso. Debido a ello, generalmente se la aplica a dioses, realeza y gobiernos. Aludimos a los reyes y reinas como soberanos (aún cuando sólo se trate de reinados figurativos) y hablamos de los derechos soberanos de las naciones y estados.

La soberanía personal implica entonces, el poder y la autoridad intrínsecos del individuo para determinar su propia dirección y destino. Si ello suena sospechosamente a libre albedrío, es porque soberanía personal y libre albedrío son la misma cosa.

Así como soberanía nacional quiere decir tener poder y derecho para tomar decisiones y llevar a cabo acciones de interés nacional, sin ser forzado a ello por otras naciones, de la misma manera, ser una persona soberana significa ser capaz de elegir las propias acciones y reacciones, sin ser forzado a ello por otras personas. Dependiendo del grado en que se halle presente el libre albedrío en todas estas decisiones, tanto personales como nacionales, es que existe o no soberanía.

Aún cuando la soberanía también implica tener poder y ser efectivo, de ello no se deduce que una vez que uno la tiene puede hacer con ella lo que guste. Ya se trate de una nación o de una persona, debe considerarse también la soberanía de otros. Por supuesto, tú puedes tratar de disminuir o destruir la soberanía de los demás para obtener lo que quieres, como a veces hacen algunas personas y naciones, pero la experiencia humana muestra que, generalmente, se puede lograr más a través de la cooperación que de la conquista.

En última instancia, no obstante, cada uno tiene tanta soberanía como la que puede demostrar. Tener derechos soberanos y ser soberano no es lo mismo. La manera de aumentar tu soberanía personal es aumentando el uso de tu libre albedrío o voluntad. La manera de hacer esto último es decidiendo por ti mismo las acciones a seguir y las reacciones que vas a tener en una situación dada, y decidir también por ti mismo cómo vas a interpretar tus acciones y reacciones, decidir si son elegidas libremente o no.

Por ejemplo, si trabajas para alguien y te ordenan hacer una tarea displacentera, puedes sentirlo como si hubieras perdido algo de tu libre albedrío. Pero además de recordar que siempre puedes renunciar a ese trabajo, también puedes decidir que no estás trabajando para tu jefe; que estás brindando un servicio compensado, y que puedes decidir hacer la tarea porque así lo eliges y no porque te la ordenaron. El punto es que siempre puedes elegir tus acciones y reacciones.

Mantente alerta, sin embargo. La soberanía personal tiene un alto precio. Se lo llama responsabilidad personal. A medida que aumenta el uso de tu libre albedrío, también aumenta tu responsabilidad por tus propias acciones y reacciones. Auméntela lo suficiente y no serás capaz de culpar a tus padres, tus enemigos, tus amigos, tus amantes o cónyuge, la sociedad, el destino, Satán o Dios por nada que tenga que ver con tu experiencia.

Si mucha gente incrementara su responsabilidad personal, sobrevendrían cambios impresionantes en nuestra sociedad. Desaparecerían relaciones co-dependientes y manipulativas, una incontable cantidad de abogados de pleitos tendrían que encontrar nuevas profesiones, a los políticos se los responsabilizaría por sus acciones; las compañías de seguro tendrían que cambiar muchas de sus cláusulas; gentes de diferentes credos serían más tolerantes unos con otros, la humanidad actuaría más desde el amor y menos desde el miedo.

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