Ella es Gaena, la elfa que me inspira y me acompaña.

8 de marzo de 2011

Anthony de Mello


Hay dos tipos de deseos o de dependencias: el deseo de cuyo cumplimiento
depende mi felicidad y el deseo de cuyo cumplimiento no depende mi felicidad
El primero es una esclavitud, una cárcel, pues hago depender de su
cumplimiento, o no, mi felicidad o mi sufrimiento. El segundo deja abierta
otra alternativa: si se cumple me alegro y, si no, busco otras
compensaciones. Este deseo te deja más o menos satisfecho, pero no te lo
juegas todo a una carta. Pero existe una tercera opción, hay otra manera de
vivir los deseos: como estímulos para la sorpresa, como un juego en el que
lo que más importa no es ganar o perder, sino jugar.
Hay un proverbio oriental que dice: Cuando el arquero dispara gratuitamente,
tiene con él toda su habilidad. Cuando dispara esperando ganar una hebilla
de bronce, ya está algo nervioso. Cuando dispara para ganar una medalla de
oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad,
pues ya no ve un blanco, sino dos. Su habilidad no ha cambiado pero el
premio lo divide, pues el deseo de ganar le quita la alegría y el disfrute
de disparar. Quedan apegadas allí, en su habilidad, las energías que
necesitaría libres para disparar. El deseo del triunfo y el resultado para
conseguir el premio se han convertido en enemigos que le roban la visión, la
armonía y el goce.
El deseo marca siempre una dependencia. Todos dependemos, en cierto sentido,
de alguien (el panadero, el lechero, el agricultor, etc., que son necesarios
para nuestra organización) . Pero depender de otra persona para tu propia
felicidad es, además de nefasto para ti, un peligro, pues estás afirmando
algo contrario a la vida y a la realidad. Por tanto, el tener una
dependencia de otra persona para estar alegre o triste es ir contra la
corriente de la realidad, pues la felicidad y la alegría no pueden venirme
de fuera, ya que están dentro de mí. Sólo yo puedo actualizar las potencias
de amor y felicidad que están dentro de mí y sólo lo que yo consiga expresar
desde esa realidad mía, me puede hacer feliz, pues lo que me venga desde
afuera podrá estimularme más o menos, pero es incapaz de darme ni una pizca
de felicidad.
Anthony de Mello – Autoliberación interior


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