Ella es Gaena, la elfa que me inspira y me acompaña.

10 de marzo de 2011

La ira

Un sentimiento que puede producir estragos tanto en la psiquis como en el cuerpo.
Sin embargo, esta emoción, al igual que otras como el miedo o la tristeza, forma parte de un complejo sistema de autodefensa del organismo, tanto a nivel individual como social, de ahí que sea necesaria una reflexión sobre el tema para comprender lo más exactamente posible el alcance de sus palabras.
«La ira es una forma de indignación súbita que se manifiesta en una crisis emocional. Queda en ella suspendida la acción de ataque físico hacia el adversario, se inhiben el pensamiento y el lenguaje, apareciendo el tartamudeo, ronquera, etc. Raramente toma forma de violencia activa hacia el otro; generalmente se interrumpe en insultos y gesticulaciones ofensivas.
A veces llega a una violencia atenuada como una bofetada. Algunos sujetos amplían su agresión verbal deseando la muerte de su adversario…»  (María C. Davini – Psicología General)
La ira, en sí misma, no es mala ni buena; es un sentimiento que, cuando es sano y natural, se desata ante acontecimientos externos. Si por ejemplo vemos que un adulto golpea despiadadamente a un niño o a cualquier otro ser indefenso, nuestro organismo reacciona inmediatamente volcando en la sangre una serie de hormonas y neurotransmisores que lo preparan para la lucha que, en este caso, sería la defensa de ese niño.
Quedar impasibles ante una escena de esta naturaleza, no es normal ni tampoco saludable ya que, el mero recuerdo de lo que hemos visto y no hemos sido capaces de interrumpir, deprimirá nuestro ánimo haciéndonos sentir muy mal con nosotros mismos.
Los hechos que más habitualmente despiertan enfado son las injusticias porque, por su misma naturaleza destructiva requieren una acción firme y decidida por parte de quienes las presencian.
Salvar a alguien, a una persona a la que están atracando, por ejemplo, implica lucha; para ello, es necesario que el cuerpo esté dispuesto a llevarla a cabo y eso se logra a través de una emoción muy concreta: la ira.
Es importante recalcar que la ira nada tiene que ver con el odio. La ira es una «emoción» que, como tal, surge súbitamente y es fugaz. El odio, por el contrario, es un «sentimiento» que se construye poco a poco, que se alimenta de constantes estallidos de ira y que ocupa la mente durante meses o años.
El enfado no siempre puede calificarse de saludable o lógico porque, con más frecuencia de la que nos gustaría, se desata ante hechos que no representan un verdadero peligro o una flagrante injusticia que atente contra la propia integridad o contra la de terceros.
La mayoría de los enfados se producen ante pequeños hechos que nos hacen sentir desvalorizados por los demás o que, simplemente, alteran el ritmo que llevamos: un compañero de trabajo ha ocupado la silla en la que habitualmente nos sentamos, alguien ha dejado la puerta de la nevera mal cerrada, la persona con la que nos habíamos citado se retrasa diez minutos, alguien ha marcado equivocadamente nuestro número de teléfono… son pequeñas cosas capaces de enfadar profundamente a las personas propensas a la ira.
Pero lo que es aún peor: solamente su recuerdo, a las pocas horas de haberse producido el suceso, puede cambiar un talante alegre y divertido en un estado de ánimo ácido y enfurruñado.
Para poder llevar a cabo esta primera recomendación de Usui, a veces no basta el mero propósito; la ira se desata porque hay hormonas y neurotransmisores que se han vertido al torrente sanguíneo ante una sensación de alarma, pero si no se conoce debidamente el proceso y las razones por las cuales el sistema de alerta es tan susceptible, en lugar de controlarla lo que se hará es mantener una actitud hipócrita hacia afuera o ante uno mismo a fin de aparentar bondad y espiritualidad, mientras la procesión va por dentro.
Si se quiere conseguir la paz interior, la pureza de espíritu, lo esencial es la sinceridad con uno mismo. Los gestos amables son muy bonitos, pero si detrás no hay una sensación de amabilidad en el corazón, no sirven absolutamente para nada; son meras gesticulaciones con propósito social que tienden más a embaucar y embaucarnos que a perfeccionarnos día a día.
Una vez que se tenga el suficiente dominio de la energía, se podrá disolver la ira a través de ejercicios de reiki.
Hasta que se consiga, y para acelerar el proceso de aprendizaje, es bueno comprender en qué consiste esa emoción y cómo se la puede tener bajo control para que no llegue a desbordarnos.


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